Y ahora te ves encerrado en tertulias de personas ajenas a tu vida y a ti, comparando opiniones de sucesos pasados y experiencias futuras, de lugares a los que ir o libros que leer. Son obligaciones dadas con tono agradable. Al parecer está bien visto hacer lo que los demás creen que es correcto o bueno. Soy de los que maneja su vida, mal, pero al menos me atrevo.
He llegado a rozar manos y besar caras cuyos ojos no he mirado. No damos importancia a las personas en sí mismas. Objetos.
Pies en el suelo. Suelo que juega a ser marea con olas que golpean rostros llenos de desdén, de agonía ahogada en soplos de aire contaminado de silencio.
He llamado por mensajes de vida a la estabilidad emocional. Parecemos almas gemelas dispuestas a no encontrarse nunca. Cada paso me hunde más en la realidad.
Pasajero. Ese es el mensaje que nos da el día a día. Lo duradero no forma parte de una opción; es optimismo, es entrega.
Doy golpes en la mesa que nadie escucha. Alzo los brazo y los muevo en señal de ayuda. Cazo mentiras y las encierro para que no hagan daño. Respiro lo mínimo para no gastar oxígeno pero nada. Nada es suficiente en un lugar donde nacer ya determina nuestra condición.