Un amigo me ha mencionado mi gusto por la metáfora, lo que embellece a veces hasta lo que no merece ser retocado. Me gusta evadir la verdad, buscar alternativas a una realidad que aparenta ser y no es pero, es cierto que engaño con palabras que alegran la vista haciéndolas apetecibles a la sensibilidad.
Hablaré sin tapujos tal y como fue dormir anoche:
Hubo un momento de demora entre el sofá y la cama, constituido por mi irrefrenable deseo de un café (aunque fuese descafeinado) o una excusa para una galleta pero, el remordimiento del simple sentimiento de gula ya me hizo encontrarme mal así que cuando acabó la película que "veíamos en familia" subí. Me lavé los dientes y la cara, como un recién levantado que busca despertar yo buscaba mis ganas de dormir. Me eché en la cama solo con los calzoncillos y calcetines pues tenía sábanas que solo mi abuela es capaz de encontrar aún y bueno, da un placer inexplicable en esos momentos estar en casa. Intenté hablar por teléfono no sin dejar ver mi mal humor, mi desgana y desplome, mis ansias de arrancar toda una vida de un cuerpo que se marchita a golpes de tiempo que no frena, y claro, eso se vuelve finalmente en mi contra. Lo que dura la conversación dura la luz encendida. Giro mi cuerpo y busco postura en mi cama que, por muy mía que sea hace ruidos que parecen quejas con cada movimiento. Mientras, yo estoy pensando en mis cambios de humor y en si tendré frío esta noche. De tanto darle vueltas parece que me alcanza el sueño cuando escucho a mi madre gritar y seguidamente a mi padre por lo que, salgo de un salto de la cama y corro al pasillo preguntando qué pasaba. Mi padre me contesta que el gato no para de llamarlo desde la puerta, y yo, en vez de enfadarme por el susto miro hacia el suelo y le sonrío. Me voy a mi cuarto y lo llamo, aparto el montón de ropa del sofá y le preparo una toalla por si quiere dormir cerca de mí, mientras espero sus movimientos yo voy a por una colcha para una noche que se adivinaba más fría de lo que parecía. Entro en la cama de nuevo pero diferente, el susto creo que ha liberado una ráfaga de hormonas que han echado una mano a ese humor cambiante y de paso a mis ganas de dormir. Mi gato no para de moverse de aquí para allá, subir y bajar y, como no, morder mis apuntes y ordenador. Intenta lamerse varias veces una herida que hace dos días le curó el veterinario e irremediablemente le escuece, a esto yo le llamo la atención y le amenazo con echarlo de la habitación (yo, hablando con un gato) cansado de esperar que me haga caso me levanto, enciendo la luz y me voy fuera para que salga, viendo que no venía vuelvo a la habitación y lo encuentro en mi silla de estudio sentado esperando verme entrar. Cuando lo hago el gira sobre sí mismo y se echa, yo vuelvo a sonreirle y me tiro en la cama. Pasado un rato mi madre viene a preguntar por él pero nada más verlo se marcha tranquila; yo, relajado parece que dormiré bien pero, justo antes de alcanzar la profundidad del sueño siento que sube a la cama, camina explorando y pisándome para finalmente acurrucarse a mi espalda y compartir la noche conmigo. Vuelvo a sentir ese cambio, no solo en el humor, es algo más, pero volviendo al principio, con mi amigo y las metáforas no lo adornaré y diré simplemente que en ese momento fui feliz y soñé.