lunes, 30 de marzo de 2015

La libertad del preso.

    Y vuelven a gritar, se acabó la paz. Llaman a la intemperie solicitando serenidad. Llegan donde correr sin rumbo, ensanchando pulmones, sin miedo de coger aire y ahogar cuellos. Vendedores de humo, engañan y satisfacen, aconsejan culto a lo prohibido y él cae. Todos caemos. Somos ramas en manos con frío que buscan leño en la recóndita parada del dolor. Seguimos luchando contra el solsticio de una adolescencia, traficando con futuro e intentando convencer al convencido. Duras paredes, restos de muros que combatieron mayores guerras. Soldados de una batalla eterna que continuará en los infiernos de una vida adulterada. Un alma que, una vez pura, se dejó envenenar.
Ahora habla ¡HABLA!  Quema tus palabras en oídos de fuego que, sordos de consejos, ahogarán tu voz.

Calla, ríndete antes de la desesperación porque arrastrarás nuestros restos como si fueses marea, como río buscando el mayor de los océanos. Deja que la vida haga su vida. 

jueves, 19 de marzo de 2015

Somos.

    El tiempo solía mirarme apenado, buscando consuelo, intentando evitar la culpa de su fugacidad, su daño y control involuntario de un todo que arrastra sentimientos; vida. Pretendía que le diera aquello que anhela, un perdón eterno, pero ya no soy sirviente de su capacidad para subyugar. Me han hecho libre, convirtiendo el tiempo en un espacio infinito donde la espera es el mejor consuelo ante la ausencia, aplaudiendo en la cara de una vida que dormía y transcurría en la desidia, localizando el dolor con la palma de sus manos y alejándolo de lo más profundo de mi ser. Y sí, sin miedo a gritar me lanzo a la vida, encontrando el paso ligero, sincero ante el dolor de las palabras pero sin intención de herir, irradiando sonrojos que acompañan su mirada, tan pura que le rindo fe por miedo a que me abandone.
En la plenitud de mis sentimientos me abandono en un abrazo sin más excusa que el delirio y estómagos que suplican conocerse.

Somos tiempo sin tiempo. Lugar sin distancia. Destino.

lunes, 16 de marzo de 2015

Canción.

    Ya sabéis cómo funcionamos. Somos simples.
Desde que se acabó. Desde que todo quedó arreglado para que lo nuestro se convirtiese en un bonito recuerdo, escucho una canción. Cuando pienso en ella o despierto después de una noche llena de sueños en los que aparece, escucho una canción. Una sola canción, repetidas veces y, en ella, voy encerrándola poco a poco. En cada sonido anoto un momento.

Es una manera de no olvidar. Es el modo que tengo de saber que si alguna vez no soporto la soledad, podré estar con ella en lo más íntimo de nosotros. Podré tenerla.

domingo, 15 de marzo de 2015

Conversaciones.

    La otra noche, cruzándome en la oscuridad con ella, me paré y le pedí que se sentase a mi lado a mirar la nada. Ella en silencio aceptó y apoyó la cabeza en sus manos y con un suspiro me abrió el alma. Me pidió que le hablase del amor. Yo, comencé con la eternidad, algunos pensarán que eso es comenzar por el final, pues el amor puro es el que no acaba, el educado y respetuoso, el que consuela y abraza, el que despierta y no duerme; y sí, estarán en lo cierto, pero no se puede hablar de amor sin aclarar de antemano que es verdadero. Pasé a la entrega, la complicidad del ser, el que recorre senderos en busca de huellas dónde no seguir, sino acompañar al otro, el esfuerzo de no dejar de ser uno mismo aunque se multipliquen tus células. Acabé con la pasión, la del cuerpo que vibra con pálpito incontrolable y que está a merced del otro en debilidad y belleza. Finalicé con un beso, en su mejilla, suave y rojiza, caliente para mis fríos labios, dulce que brota de sí misma.
     Yo le pedí entonces que me hablara del dolor y ella asintió. Agarró mi mano entre las suyas, como quien coge un pájaro desvalido recién caído del nido. Habló…comenzó con el sacrificio, el aliento más humano, la llamada de un interior inquebrantable que se niega a la sumisión propia. Siguió con la compasión, la caricia de un cuerpo que soporta la tenacidad del tiempo y la falta de color en una vida gris, el momento del perdón aún en la sinrazón. Terminó acercándose mis manos a su boca y susurrando algo que no escuché, pero sentí el calor de su aliento en la yema de mis dedos.
    Nos levantamos y la miré, tentado de atraparla en una caza de lo anhelado, pero disfruté viendo como se marchaba sin decir nada.

    Cada noche voy. Cada noche la busco. Cada noche la encuentro.

viernes, 13 de marzo de 2015

Recuerdos.

    En la tarde, sentado en mi mesa de estudio que está pegada al ventanal de mi cuarto, me he parado a mirar el cielo que, al contrario de esta mañana, está despejado. Es complicado pero, mirar el cielo tan azul, soleado y con esa pequeña manta de nubes blancas me ha llevado a recordar un mismo cielo, con diferencia de unos 12 o 13 años en casa de mi abuela en Ayamonte. La habitación en la que dormía junto a mi hermano estaba en el segundo piso y daba a ese maravilloso patio constituido por tres plantas, la tercera, completamente asfaltada y llena de azulejos, la segunda, dividida en dos partes, repleta de árboles, jardines en miniatura y con vistas al gallinero que se encontraba en la primera planta junto con un inmenso huerto. Era mágico, cómo en una casa tan grande y en la que vivían solo mi abuela y su cuidadora estaba tan llena de vida y me hacía sentir tan pleno. Sinceramente no recuerdo si esa sensación la hacía posible mi inocencia o era de verdad que aquello era tan especial. Lo que sí es cierto es que días como hoy se mezcla mi madurez con lo más puro de mi niñez y me siento más humano que de costumbre. Conseguir retener aquel recuerdo de años con veranos donde el sol no quemaba y el frío no quebraba, donde el tiempo sanaba y la luz del día se apagaba con tal sigilo que era como una canción de cuna para el alma, reconforta cada parpadeo con una lágrima que no cae.
    Si existe el amor, hoy yo lo encuentro en mis recuerdos, porque ahí cabe mi pureza, y si existe el dolor, quedó enterrado para estos momentos en los que solo hallo paz.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Mejor no hablar.

    Perder la conciencia pero no caer, levitar y despertar desnudo de sentimientos. No soportar el frío que, desde dentro, empieza a congelar.
Con velas sin mecha me adentro a buscar lo que ya está perdido. Yo.
Pararse a pensar sin parar para no pensar. Porque cuando está todo dicho mejor no hablar. Será pues, rogar a la indiferencia lo que haga.
Espera paciente mi olvido, cruzando las piernas, radiante ante mi desdicha, sensual frente a mi deseo.
No frena y yo ya no puedo correr. Las heridas de haber sido robado quiebran mi orgullo.


(Supongo que, lo mejor de que ya no estés aquí es que yo viajo contigo).