martes, 27 de octubre de 2015

27-10-2015

¿Y si fuese a morir y ya no soy carne?” Frase, recurrente en una cabeza que marcha viendo el cielo, que vaga entre las nubes que se tiñen en tinta de peregrinas aves de metal, aventureras, artistas y niñas, juegan al escondite y me hacen observador afortunado, ausente...arte también yo.
¿Creéis que se puede perder la vida en el instante mismo de la concepción? ¿Quién me dice a mí que yo ya no era vida antes? Si soy un soñador, si soy un visionario, si soy el ente eterno de mi propio yo. Yo, que casi sin el mero concepto aprendido de lo que es ES, ya he creado mil sujetos y ¿por qué no? De predicados, que dan sentido a mi frase y a mi persona.
Recuerdo en mi niñez (JÁ, oigo reír a algunos que gritan 'jodido cabrón...¡AÚN ERES UN NIÑO!'), cuando en la desnudez del aprendizaje primario, recorría las calles de mi pueblo enano, con gigantes, cada esquina, cada bar y cada tienda ¡GIGANTES Y MÁS GIGANTES! Todos sonrientes, POBRES y sin dolor en sus carnes trabajadoras y valientes...pobres...pobres. Yo no veía, no recuerdo incluso si miraba, pero sentía, en mis pequeñas manos esponjosas y mis ojos de cometa, que fulminaban el tiempo en la hipocresía de la inocencia. Sentía porque era niño, y los niños sienten, se disculpan poco, pero sienten, dando el verdadero sentido al SENTIR. En cada gesto, en cada rasgo humano arrancado al momento se crea una situación determinante y discontinua que frena ese aprendizaje. Yo, tan niño...tan joven, sentía demasiado...FRENABA MI APRENDIZAJE. No me entendéis (sí, os hablo a vosotros, a ti...incluso a él). Recuerdo (sí, de nuevo) una situación concreta de esa niñez. En mi ávido deseo de situación, en cada “RING” telefónico corría desesperadamente en su busca para recibir, fuera quien fuese, con interés, un saludo ciego. En la ocasión que rememoro, no hubo saludo, sino lloro, no hubo ciego, sino vacío despojado a lo más noble de la capacidad humana del sentimiento y del triste, casi ausente y aún crepuscular raciocinio de un niño. De nuevo, frenaba mi aprendizaje.

Somos emoción ¡SOMOS PURA CONQUISTA! Tan inexistentes como inexperimentados. Tan duros como el concepto pero, tan sensibles que derivamos de la propia sensibilidad. Allá donde quede la realidad, se hunda en su resquemor, porque yo, HOY, vivo o muerto me dirijo a las batallas y, sin veraz ánimo de victoria, si he de caer a los pies de cuya tierra emano, lo haré frío y nuevo, porque habré alcanzado mi conquista. Haber, ser y estado.


(Sí, hablo de la muerte) (¿O no?)

sábado, 24 de octubre de 2015

24.10.2015

    Hola, perdona que venga así, impuntual y sin más carga que la emocional, no esperaba un contacto directo y cuanto menos, efectivo. Estaba elucubrando, llegando desde la parte menos normativa de mi alma, candelabro en mano, costilla que marca el inicio de mi hambre y el continuar de mi figura de plomo, desplomada. Atiendo y entiendo, doblego la pobre percepción que cabe en mí de la vida y del deseo flagrante de amar, desperdigo en bocetos de cuentos y pequeñas historias las manos de cuantas osan tocar en pensar (¿perdón? Ah, sí, pensar en tocar) -te.
¿Somos dueños o ensueños? Yo te sueño (y seguramente, te doy sueño) ¿en ese desperdicio incomprensible del dormir? (Oh, no, querida mía) No, ahí no. Sueño voraz y constante, sincero y conciso, con respeto y halago, tan dolorido...TAN DOLORIDO, que recorro los cuartos aullando a los techos de tu casa suplicándoles me dejen verte desde las alturas, pues ahí, solo ahí, pueden. Se. Te. Admirar.

Querida (mi muy amada tú), he olvidado mencionar la cotidianidad de la palabra y el envejecer del sentimiento. Lo he olvidado. Compréndeme, haz hueco en las playas de tu pecho y déjame tumbarme a contemplar la luz, allá de donde venga. ¡RESPIRA! Respira ese aire que un día será polvo y formará montañas, respira y siémbrate en los campos, que yo recogeré tus frutos con mis manos desnudas y amantes. Dame calma, como haces cuando miras los espejos de tu casa y ves aguas de ríos líricos, con rima asonante y consonante, decasílabos y alejandrinos. Concédeme una confesión última: cuando venía de camino al recuerdo de tu carne, helé mis manos para notar con fuerza el contraste del contacto. Del acto. De ti.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Horario.

Doce y media. De cualquier sesión privada entre los pacientes de la locura, salgo a pasear. Voy allí donde puedo encontrar más gente y les cuento mis problemas, mis muchos y copiosos problemas, les veo atentos, quizás no a mí, pero atentos y entregados. Asienten (sí...sí), hablan, se conciencian y maldicen. Pero les cuento, les cuento y les cuento, tan dedicados ellos conmigo como yo con otros que osan venir a mí.
Una y cuarto. De este rastreo callejero en el que, sabueso, me adentro en callejones sin salida solo, para encontrar una respuesta fija en un contexto cercano y final. Yo, pared con pared, siendo mi mismo ser de roca y cemento, me siento a pensar para luego levantarme y mear y así cerrar ese círculo vicioso que busca desintoxicarse.
Dos menos cuarto. Tras el desafío de la media mañana, corro a mi casa, por el mero hecho de correr, nadie me espera (y no, nadie no es una persona, ni un perro, ni un gato (((MIAU)))). Cuelgo la chaqueta después de descolgarla, siempre me han fascinado las ciudades frías y, por eso, en mi mente infantil y traviesa juego a que vivo allí donde nieva y congelan los charcos, pero con sol, en mi cabeza (cabecita loca), siempre hay sol. Adoro la luz. Temo la oscuridad.
Voy al baño antes de hacer de comer, me lavo la cara con fuerza y esmero, luego las manos, de nuevo la cara al darme cuenta de que me he lavado la cara con las manos sucias y, finalmente, otra vez las manos. De camino a la cocina hago una parada obligatoria en el salón para poner música (cualquier tipo es buena para cocinar cuando no tienes ni idea de ninguna de las dos cosas) ¡HOY PASTA! (y ayer, y por qué no...seguramente mañana, también), mucho aceite, mucha albahaca, mucho parmesano y muchísima hambre.
Tres y treinta y seis. Lo cierto es...¡LO CIERTO, ES! Que odio dormir siesta, pero la duermo, por necesidad. Hablar de necesidad me parece tan subjetivo y a la vez tan objetivo, como coser y amar. Como amar coser. Coser el amor. Quizás. La cosa...¡LA COSA! Es que, finalmente, tanto deliberar sobre la vida y la simpleza del día a día, las controversias emocionales y el contexto del tiempo y el espacio, acabo durmiendo siesta.
Siete y cuatro. ¿¿ESTÁS DE COÑA NO??
Ocho y veinte. Acaba el día pronto, por decisión propia. Me entristece el oscurecer, vagar de aquí a, otra vez aquí. Siempre vuelvo, en esa irrevocable tendencia mía al doliente eterno, siendo yo tendero de emociones sin puesto ni cliente. Siendo yo, yo.
Porque veamos, sí, miremos y ahoguémonos por las ventanas que dan al patio, al jardín o a la calle. Sumemos condiciones de colores al subsidio motivacional. O querámonos. Sí, eso. Querámonos (matar).

martes, 20 de octubre de 2015

Sin alarmas.

Me atrevo a contarte, como amante, que sueño. Sí, podrás creerme o no, pero las noches en las que me adentro en horas, oscuras y a veces frías (otras calientes) es ahí. Lo confieso aquí, en nuestra confianza, porque tengo miedo. Los sueños me perturban, son espeluznantes pesadillas de muerte y monstruos, dolor y quejas, tan malignas y dañinas que dormir es un acto de valentía, al que, revocado por el cansancio, sucumbo cada noche. Te lo digo porque, avergonzado por la estupidez de lo próximo dicho, no voy a volver a dormir. Viviré hasta que el cuerpo aguante, que no será mucho, pues cuanto más ahondo en la idea, más deseo dormir. No es que si duerma muera, pero morir en sueños es, al fin y al cabo, morir. Estoy entrenando, con pinzas por el cuerpo, duchas de agua fría y música a todo volumen. Intentaré ahorrar energía así que leeré con poca luz en aquella esquina del salón, cerca del pasillo, así también te veré pasar y...(tus curvas). ¿Crees que estoy loco? Te acompañaré en las noches. Estaré despierto cuando duermas y cuando despiertes. Ojalá viva mucho, sin necesidad de dormir. Realidad...dulce realidad...eres tan real. Estoy asustado, porque y si surcando en los pensamientos acabo perdiendo la conciencia y caigo, finalmente, en el dormir y, con él, en soñar ¿?¿?¿? No sabré soportar de nuevo la codicia insaciable de mi mente con la que arremete a mis emociones ¿Y si muero mientras duermo? ¿Habré vivido en sueños? Ahora todo parece paradójico. Quizás esté paranoico. Ven, quédate a mi lado mientras mezo nuestros cuerpos, disculpa mis divagaciones en alto, no sé bien lo que digo y tú eres tan segura que me tranquilizas. Aunque no duerma puedo abrazarte por las nocPINGGGG-PINGGGG-PINGGGG.

//20.10.15//

    Hace siglos desde nuestra conquista. Anoche tropecé con el esplendor de una sábana semi desnuda que cuidaba tu cuerpo entre luces de una ventana tardía e invernal. Observaba, admiraba y contemplaba la perpetuidad del momento, sin despertarte.

    Eso es (supongo), lo que quieres escuchar ¿no? Lo pregunto porque lo dudo, y no soy de dudar, más bien de atacar danzante y lancero. Ya te digo, te lo he preguntado porque contigo pierdo la seguridad de mi brazo que las hace girar, simplemente me atrevo a seguir el palpitar. Perdón, no me estoy explicando, empiezo de nuevo:
Trato de, preguntando sobre un posible error, cómo acertar cuando se es ciego y cazador, si mueres más de sed que de frío al recorrer un invierno sin tiempo y más de ti que del resto, siendo el resto todo lo que no eres tú y tú todo, sin ser el resto la nada, y si se tratase de nada me ahogaría por no nadar en ella. Estoy dando demasiados rodeos, permíteme que vuelva a intentarlo:
Llevaba pensando mucho tiempo, más bien desde que tengo conciencia, antes no creo haber pensado y si es así, no lo recuerdo. Pensaba en las capacidades, humanas, ya sabes, la mente, el cuerpo, los logros, las metas, dinero, poder...ambición. Luego creí madurar, afronté la realidad y me hice hombre, joven, tan joven que los demás no podrían comprenderme nunca aunque lo intentaran, porque yo era hombre, mayor y sabio, pero tan joven (mi amor)… Ya no he vuelto a pensar, estaba conversando contigo, recorriendo con mi mirada el entrecortado y no perfecto pero perfecto cerrar de esos pliegues carnales que cubren tu boca (¿labios? Bueno, si dices que lo son te creeré, aunque preferiría no denominarlos con algo tan vulgar como un concepto) y de repente hubo un vacío, como cuando cierras los ojos y comprendes la inmensidad de la oscuridad e intentas imaginar cosas que cubran ese negro tan personal e interno. Yo quedé vacío de toda capacidad pensante, ni hacia atrás ni hacia delante, ni el suponer, ni el qué pasaría si(...), incluso el poder imaginar como acabaría ese encuentro. En realidad, me sentí débil, perdido e incapaz de responder con elocuencia a tus preguntas, incapaz de saber qué sería lo que te gustaría escuchar, si estaría haciéndolo bien o mal. Todo eso, tal cual, dejé de pensar. (Yo acababa de superar algo difícil, lo admito, estaba ahondando demasiado en mí aunque ¿qué es demasiado? No lo sé, en general ¿cómo voy a saberlo? Para mí, en ese, aquel periodo de interludio personal, adagio inconsciente, desplomar in crescendo de 'lo que se es', fue afrontar la realidad como un pliegue que me obliga a saltar entre sus dos partes quedando olvidado lo intermedio. Siendo claros, digamos que es como si entendiéramos morir, tras nacer, evitando vivir.) Por eso, volviendo a lo de antes ¿entiendes mis dudas? ¿Cómo, sin pensar, se puede saber? Pues bien, yo sentí. Estaba cansado, agobiado y calculador. Ya no. Era previsor, inseguro y apariencia. No, ahora no. Por eso, por sentir. Dirás, diréis...bien, pues digamos: '¡qué estupidez!'. Pero no, imagina un ciego, él, a su manera, tiene una conciencia completa de qué es y cómo es su mano, está acostumbrado a ella, su tacto, temperatura y textura, su olor y sus capacidades con y para ella. Muy bien, comprendámoslo ahora, a él, la primera vez que toca la mano a alguien que quiere (amor romántico). Por mucho que él posea el concepto de mano, de su mano, incluso de la de sus seres queridos, cambiará, tendrá en él características hasta antes desconocidas, en formas, rasgos, texturas y además de ellas, sensaciones ¿Bien?

Yo, contigo nací en sensación. Aquella tarde, temprana de calor, cansada por la situación y ahogada por la cercanía de una primera vez. Nací. Como se muere en poesía o se lucha en la memoria por recuperar un recuerdo, como se ansía un deseo o como se llora la pena. Y sí, te he preguntado porque tengo dudas, del concepto de dudar, si es dudar no comprender y es, comprender, esperar. Muy bien, esperaré. Esperaré sentir, sin ser pensar sentir pero, siendo sentir, como te voy a pensar.

jueves, 15 de octubre de 2015

Verano.

(Sigue siendo verano en ella. Entre sudores de noches de buhardilla, obligación de querer, sentir sin padecer, en su escote y espalda, dulce aroma avinagrado de perfumes casi gastados y mentes valientes, luchadoras y caprichosas de un uno, con un otro. De ella, conmigo.
Sigue siendo verano (me lo repito en la soledad del baño oscuro, fundido y madrugador por el vapor de la embriaguez del s…)).
Se acerca el frío, lo he notado hoy al salir de casa, no porque haya aumentado la cantidad de abrigos que me pongo, sino por ese lloriqueo al correr por la ciudad con la moto, ese que se alinea con tu cuerpo para compartir en una misma lágrima sentimiento y reacción fisiológica involuntaria.
(Verano, destrezas que no aparecen en la conciencia del que duerme en vida, del que es atormentado por el presente. Ella sabe que puede aparecer en las esquinas de mi cama sin sábanas ni sables y aún así sonarán nuestros filos y nos cubrirán los pasadizos de des-nu-dez. Verano).
Frío, rastro de mis pies en el mármol. Aquí empieza y acaba mi andadura, noble aprendiz de jinete que sale a galope y estrella sus sueños medievales (o sueños, sin más) con la puerta de su cuarto, abierta (¿irónico?). La realidad se ha presentado con demasiada fuerza como para dejar paso a una necesidad física de madera.
(Sigue siendo verano. Hoy, preparando el almuerzo doy una vuelta sobre mí mismo, sonrío al ventilador y le pido que salgamos a bailar, no me dice nada, sé que es un poco vergonzoso pero yo estoy lanzado, me acerco a él, y suena mi canción, al principio hace un gesto de no rotundo aunque a mí, eso, me da igual. Le confieso, ya pegados, que siento un frescor sincero en mi pecho y mi cara, que me libera de ese ahogo en el cuello)
Me echo en la cama exhausto, con un dolor en las piernas que no es de andar sino de cargar con tanto peso latente. Las palmas de mis manos gritan pidiendo color o calor, ya no sé, pero tampoco siento, como tampoco miro porque prefiero cerrar los ojos. Corro las cortinas y tiro de la colcha hasta la nuca. Pienso, con mucha fuerza (allá donde un pensamiento sea un ejercicio) y pido, con lentitud, que ojalá me aplasten las mantas y se lleven este frío conmigo.
(Espera (te pido), recuerda que hoy es Martes y los Martes te hago sobres con los folios escritos y reescritos de mis intentos de jurar(te) y perjurar(te) amor. Espera (te vuelvo a pedir), recuerda también que he abierto el vino, aunque sé que no puedes beber, para comprender el rojo de tus labios más allá de ese leve carmín. Espera (te pido por última vez), no olvides que es verano, que hay reflejos sin necesidad de luz, pues esto es un juego, de mentes, cuerpos, sin ficción).


sábado, 3 de octubre de 2015

03.1.2015

Ya no siento nada, ni estos brazos, ni estas piernas, ni su fin en las extremidades más minúsculas, esa puntita del dedo meñique, NADA, NO SIENTO NADA. Ni frío, ni calor, ni el erizar de la piel cuando refleja su respuesta a un viento nevado o, una caricia. NADA. Ni la pesadez de los ojos al despertar, ni el mojar del agua, joder, por sentir no siento ni los golpes de mis propias manos suplicándome reaccionar. NADA, ni una leve sensación, ni un atisbo, ni siquiera lo imagino ya ¿Sentir? No, nada. Ni la espera, ni la marcha, ni correr, ni seguir, ni quedarse, ni irse, ni lograr o perder o intentarlo o dejarlo o encontrarlo, no, no lo siento. Ni dolor, cuando escudriña la pena en lo más recóndito de su término, ni en esa breve corrupción al cuerpo que es morir en vida por el sentimiento, ni ahí siento. Ya he dicho, no siento nada. Nada, ni la propia nada. Ando descalzo, ando roto, ando marchito, ando en delirio, en lloro, en locura, en zozobra, en soledad, en penitencia, en culpa, en vivido, en matado, en el borde de los fines del sentir, que no siento, pues como he dicho: NO, SIENTO, NADA.