Podría llorarte. Alejar mi mano de tu mejilla y mojar las calles. Doler al dolor, creer en la amargura y la desolación. Ser bala que mata, ser calor que quema. Hielo. Tener agarrados los fetiches del pasado y manejarlos a mi antojo para hacerme sufrir. Pero no, hoy elijo la soledad. Tocarte desde la distancia, sentirte en tu ausencia y apenarme de tantos gestos perdidos con el tiempo, que no son devueltos. Porque nada perdona, ya que todo es irse, habrá que alejarse de lo vivido y afrontar el presente, mostrar las debilidades para hacerte frágil al destino y que este moldee tus sentidos.
He deseado arrancarte besos a súplicas, estremecerme ante tanta anarquía en tus caricias, enterrar cada mirada a tu boca. Todo es en vano cuando se trata de ti. Mi debilidad. Debilidad. Débil.
He encontrado un hueco por el que mirar. Hoy ha anochecido algo más que el día porque la luz desteñía y su claridad se convirtió en una turbia mezcla de colores palidecentes. Como un yo, sin ti.