martes, 17 de noviembre de 2015

18.11.2015

Quizás busque la paz. Rebusque, en mis bolsillos (quizás) y haga de ellos laberinto de una sola entrada (sin salida). Ande perdido y escondido, como se va el polvo a los rincones quiera yo emigrar, quizás. Puede, sea o no, luz de lugar secreto, camino desmedido y de bello ocupar en tierra de mío andar, yo, atento mirar y despistado silbar, muerdo las telas de los trajes que te atrapan y te ahogan de realidad.

Allá, en el cariño, he oído de bestias y leyendas que tras tanta fantasía afloran y se hacen campo, donde corremos y enfermamos de primavera eterna y frío que se hace escarpada tonalidad de colores trovadores de melancolía (lía...lía...la cuerda al cuello del suicida enamorado, de vidas flotantes y merecedoras. Mecedoras ¿¡nana, amada, nana!?)

¿Y si ocupas mi cuerpo en desmedido amor y yo cedo al esfuerzo y muero sin aire pero pleno? ¿Es muerte lo que me ha dado el amor? O ¿es el amor lo que me ha llevado a la muerte?

Ya no quepo en la onda que surca el aire jurando tu nombre. Ahora verso de las espumas que dejan tus bailes en el agua, cobro tiempo a lo bello, por ser eco con tus reflejo. Ahora, perpetuo lujo de razones a mí dado, te deseo en roce y ruego, como sueño y aleteo profundo de la noche yo te guardo.

Pierdo ¡TODO LO PIERDO! Pues me he vuelto loco y el cuerpo no es cuerpo. He perdido el sentido del sentimiento ¡SÍ! En aquel hueco de razones. A razón única, de ti (ti...ti...tiemblo y no hace frío. No sé, será el viento de tu boca, que es la puerta del vacío, ahora que te he perdido).

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