Quizás busque la
paz. Rebusque, en mis bolsillos (quizás) y haga de ellos laberinto
de una sola entrada (sin salida). Ande perdido y escondido, como se
va el polvo a los rincones quiera yo emigrar, quizás. Puede, sea o
no, luz de lugar secreto, camino desmedido y de bello ocupar en
tierra de mío andar, yo, atento mirar y despistado silbar, muerdo
las telas de los trajes que te atrapan y te ahogan de realidad.
Allá, en el
cariño, he oído de bestias y leyendas que tras tanta fantasía
afloran y se hacen campo, donde corremos y enfermamos de primavera
eterna y frío que se hace escarpada tonalidad de colores trovadores
de melancolía (lía...lía...la cuerda al cuello del suicida
enamorado, de vidas flotantes y merecedoras. Mecedoras ¿¡nana,
amada, nana!?)
¿Y si ocupas mi
cuerpo en desmedido amor y yo cedo al esfuerzo y muero sin aire pero
pleno? ¿Es muerte lo que me ha dado el amor? O ¿es el amor lo que
me ha llevado a la muerte?
Ya no quepo en la
onda que surca el aire jurando tu nombre. Ahora verso de las espumas
que dejan tus bailes en el agua, cobro tiempo a lo bello, por ser eco
con tus reflejo. Ahora, perpetuo lujo de razones a mí dado, te deseo
en roce y ruego, como sueño y aleteo profundo de la noche yo te
guardo.
Pierdo ¡TODO LO
PIERDO! Pues me he vuelto loco y el cuerpo no es cuerpo. He perdido
el sentido del sentimiento ¡SÍ! En aquel hueco de razones. A razón
única, de ti (ti...ti...tiemblo y no hace frío. No sé, será el
viento de tu boca, que es la puerta del vacío, ahora que te he
perdido).
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